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María Martínez-Herrera: «El delicado equilibrio de la triple sostenibilidad»

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Con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente, celebrado el 5 de junio, EFEVerde publicó el artículo de la responsable de Medio Ambiente de ASEDAS, María Martínez-Herrera, donde reflexiona sobre los múltiples aspectos de la sostenibilidad y cómo lo afronta la distribución alimentaria de proximidad. La versión original puede verse AQUÍ

“La sostenibilidad puede aplicarse a múltiples aspectos. Desde la energía, los sistemas de protección de la biodiversidad, el comercio mundial o el transporte, pasando por cómo vivimos en nuestras ciudades, cómo y dónde se invierte nuestro dinero, nuestros sistemas alimentarios y hasta lo que hacemos para divertirnos”.  Éste es un extracto de la página web de Naciones Unidas donde se conmemora el Día Mundial de Medio Ambiente, que se celebra el 5 de junio con la campaña #UnaSolaTierra.

“Hacer la vida sostenible” requiere de una aproximación amplia de la que, como no podía ser de otra manera, participa el sector de la distribución alimentaria como uno de los sectores esenciales de la sociedad. Desde las empresas de supermercados, se defiende la necesidad de abordar desde un punto de vista multifactorial los problemas medioambientales y ello se concreta en la llamada “triple sostenibilidad”, como la mejor manera de diseñar un sistema de distribución alimentaria respetuoso con el medio ambiente, pero también con el entorno social y económico en el que se desarrolla cualquier actividad humana.

Los tres aspectos que conforman esta triple sostenibilidad de la distribución alimentaria no se sostienen los unos sin los otros. La sostenibilidad económica significa que las empresas necesitan obtener un equilibrio entre esfuerzos y resultados para poder desarrollar una actividad que es creadora de empleo, de riqueza y que permite ofrecer el servicio que la sociedad demanda de ellas.

Junto a ella está la sostenibilidad social. En este punto, cabe preguntarse cuál es la función de la distribución alimentaria ante los ciudadanos. Para obtener la respuesta, no hay más que mirar hacia acontecimientos recientes, como la crisis sanitaria de la Covid-19. Durante la misma, se ha comprobado hasta qué punto es esencial, en las circunstancias más difíciles, llevar alimentos variados, seguros, de calidad y a precios competitivos muy cerca de las casas de los consumidores. Este servicio social se ha hecho muy visible en los meses pasados, pero no son necesarias este tipo de tragedias para ilustrar unos beneficios que pertenecen a la vida cotidiana de todos los ciudadanos: tener una tienda cercana donde realizar una compra de alimentación completa sea cual sea el estilo de vida de cada uno – se viva en el campo o en la ciudad, se sea una persona mayor de 65 años, una familia o un “single”…- es una enorme ventaja nutricional, medio ambiental y económica. Por ejemplo, el concepto de “desierto alimentario”, que se da en otros países en los que la población tiene dificultades de acceso a alimentos frescos a precios razonables es desconocido en España y éste es uno de los grandes logros sociales de las empresas de supermercados.

Llegamos así a la sostenibilidad medio ambiental, que está totalmente ligada a las otras dos. Cuidar del medio ambiente es, como bien dicen las Naciones Unidas, ser eficiente energéticamente -optimizando desde los sistemas de frío hasta las flotas de transporte- o tener la posibilidad de ir a pie a hacer la compra -el 90 por ciento de los clientes de los supermercados lo hacen-. Más allá de esos aspectos, la aspiración por la que trabaja el sector de la distribución alimentaria es alcanzar la economía circular en todos sus procesos de manera que, desde la base del ahorro de recursos, todas las materias primas que es preciso utilizar en la producción y comercialización de productos de gran consumo se reutilicen, se revaloricen y, si existe un resto inevitable, que éste sea tratado adecuadamente para que no termine en la naturaleza.

El triángulo de la sostenibilidad hace que, si el medio ambiente no se protege, tampoco se podrá cumplir con la misión social de la distribución ni mantener la estructura económica necesaria para su funcionamiento. Al mismo tiempo, alcanzar las metas medioambientales no será posible si económicamente las empresas no pueden abordar las inversiones adicionales que estos requieren y, por tanto, dejan también de cumplir con su función social.

Vivimos un momento complicado en el que las tensiones que afectan a la cadena agroalimentaria -coste de la energía, escasez de materias primas, presión fiscal…- no van a hacer a las empresas de distribución alimentaria renunciar a los objetivos medioambientales con los que están fuertemente comprometidas. El sector ha demostrado ya su fortaleza y su capacidad de resiliencia, por lo que la confianza en el cumplimiento de dichos retos es máxima. A pesar de ello, no cabe negar los riesgos y, para abordarlos, se necesita algo de ayuda. Las exigencias medioambientales que llegan tanto desde la legislación nacional como europea suponen un coste alto para las empresas y muchas de ellas vienen, además, acompañadas de cargas fiscales que lo multiplican.

Por ello, en el contexto actual de la crisis multifactorial que atenaza a los sistemas económicos de todo el mundo, las empresas de supermercados están pidiendo que se limiten, al menos con una moratoria, las cargas fiscales relacionadas con la legislación medio ambiental ante el temor de que sea un factor añadido a esta “tormenta perfecta” que pueda poner en peligro el equilibrio del trípode de la sostenibilidad.