Felipe Medina habla con Valencia Fruits sobre la crisis multifactorial

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Felipe Medina ha hablado con Raquel Fuertes, directora de Valencia Fruits, sobre la actual situación que atraviesa la distribución alimentaria y las posibles soluciones que desde ASEDAS se han puesto sobre la mesa ante la compleja crisis multifactorial que vivimos en este momento. Estas tienen relación con la necesidad de acceder a costes energéticos sostenibles, de garantizar un transporte seguro, de flexibilizar el acceso a las materias primas, de limitar el coste normativo y fiscal y, englobando todo esto, de considerar de forma legal el sector como esencial para garantizar que el acceso a la alimentación nunca va a ser un problema. Además, el secretario general técnico de ASEDAS también analiza las relaciones entre los diferentes eslabones de la cadena de valor agroalimentaria.

La entrevista puede verse en su formato original AQUÍ

Valencia Fruits. Más de 750.000 productores (agricultores, ganaderos, pescadores…) son el primer eslabón de la cadena alimentaria que termina en el consumidor que accede a un supermercado asociado a ASEDAS, ¿qué supone para ustedes esta vinculación?

Felipe Medina. La relación entre productores y distribución alimentaria es muy estrecha. Ambos compartimos la responsabilidad de proveer de alimentos seguros, de calidad y variados a los consumidores. Para que esto ocurra es necesaria una colaboración de confianza para, entre todos, comprender qué es lo que necesita el cliente y ser capaces de responder con rapidez a la demanda. En este sentido, desde ASEDAS, estamos convencidos de que el paradigma a seguir es “producir lo que se vende”. Esta colaboración se da en multitud de productos entre operadores concretos, con resultados positivos más que notables que, demasiado a menudo, pasan desapercibidos. 

VF. ¿Cómo se integran las cooperativas agrarias en esta cadena? 

FM. Las cooperativas son un instrumento muy importante que ayuda a estructurar el sector productor y a hacerlo más fuerte. Desde la distribución necesitamos interlocutores con capacidad para establecer relaciones a largo plazo y asegurar el suministro que necesitamos en términos de volumen y calidad. Las cooperativas son una buena solución en este sentido, pero urge que ganen tamaño, eficiencia y competitividad.

VF. Muchas veces, sin embargo, los productores locales se quejan de la irrupción en los lineales de productos frescos de orígenes distintos a España, normalmente por una cuestión de precio, ¿es esta una práctica que se da cada vez menos? ¿Se está poniendo en valor realmente la producción local?

FM. La gran mayoría de las cadenas de supermercados dan prioridad a la producción local por criterios de calidad y de logística. Sobre todo porque son los preferidos de los consumidores. Tanto es así que, como comentaba anteriormente, son muchas las cadenas que emprenden inversiones compartidas con proveedores en origen para mejorar sus instalaciones de frío y prolongar así las campañas nacionales lo máximo posible. Los productos que llegan de otras procedencias se deben, en líneas generales, a motivos de estacionalidad —cuando en determinadas épocas del año en España no se producen ciertas variedades, es cuando se acude a otros mercados porque la demanda por parte del consumidor sigue vigente— o de producción insuficiente. No es, por tanto, una cuestión de precio.

VF. ¿Cómo se traslada esa reivindicación del origen y mayor calidad asociada a los consumidores?

FM. Desde los supermercados somos conscientes de que la proximidad en la producción es un valor social, económico y medioambiental que intentamos apoyar. De hecho, hay cadenas que son grandes especialistas en nichos de productos locales aun cuando la producción es pequeña. Existen más de 300 cadenas de supermercados en España y hay posibilidades para todos. Esta vocación se traslada al consumidor a través del diseño de un surtido que busca atender a las necesidades del cliente en términos de variedad, calidad y precio y que, además, pueden variar entre unas regiones y otras, entre una época del año y otra y entre diferentes grupos de consumo.

VF. Estamos atravesando una etapa muy compleja. Con la pandemia latente han aparecido otras amenazas que afectan directamente al suministro y a los precios, ¿cómo se vivió la huelga de transporte de marzo? 

FM. El paro del transporte ha supuesto el mayor riesgo de desabastecimiento que la cadena agroalimentaria española ha vivido en los últimos tiempos, incluyendo la pandemia. Las empresas de distribución minorista y mayorista, así como las centrales de compra, han dado pruebas, una vez más, de compromiso y de eficiencia haciendo grandes esfuerzos para comunicar las plataformas logísticas con las tiendas y para buscar productos sustitutivos cuando algunos alimentos no conseguían llegar desde los productores o desde la industria. Todo esto se ha hecho a costa de mucho esfuerzo personal y económico. El mayor problema que hemos tenido durante estos días de marzo ha sido en relación con la seguridad del transporte. A pesar de que hemos de agradecer la implicación del ministerio del Interior en este sentido, es importante reivindicar la urgencia de que el sector de la distribución alimentaria sea declarado como sector esencial. Esto es necesario para garantizar el abastecimiento de alimentos a la población ante cualquier crisis futura que se pueda presentar. En relación con los costes, el concepto de tormenta perfecta hace ya semanas que se quedó pequeño. Materias primas, combustibles y energía en precios máximos históricos condicionan de forma notable el funcionamiento de la cadena que, dicho sea de paso, está realizando un esfuerzo enorme para que el consumidor note lo menos posible esta situación.

VF. ¿En el caso de productos frescos, llegó a haber problemas de abastecimiento? ¿Qué repercusiones tuvo en los resultados de los supermercados?

FM. La incidencia en productos frescos fue desigual dependiendo del origen de estos. Las regiones que más problemas registraron fueron en Andalucía, Extremadura, Galicia, Asturias y Cantabria. El sector concreto de los productos frescos no fue el más perjudicado. Hubo más dificultades para proveerse de determinados productos envasados. En cualquier caso, no debemos normalizar que algunos actos violentos pusieran en riesgo el abastecimiento de productos básicos de alimentación a muchos españoles, porque parte de los transportistas que no secundaron el paro no pudieron trabajar. Respecto a las repercusiones en las cuentas de resultados de los supermercados, en los primeros días de la huelga calculamos que las empresas de distribución asumieron unos sobrecostes diarios de en torno a los 130 millones de euros para poder transportar y redistribuir alimentos a los puntos de venta y evitar problemas de abastecimiento. Dicho esto, el coste global está siendo todavía evaluado.

VF. Y, como apuntábamos, los precios han iniciado un proceso de escalada, ¿se le ve fin? ¿Qué medidas están tomando los supermercados para intentar frenar el proceso inflacionista?

FM. ASEDAS ha elaborado un documento con cinco propuestas que consideramos imprescindibles para hacer frente a la crisis multifactorial que estamos viviendo. 

Se trata de proveer a las empresas de distribución alimentaria de acceso a la energía a costes sostenibles; de contar con un transporte seguro, eficiente y garantizado; de facilitar el acceso a las materias primas en buenas condiciones; de reducir de forma inmediata impuestos —incluyendo el IVA en alimentación y las cargas fiscales relacionadas con la nueva legislación medioambiental—; y, por último, regular el carácter esencial del sector como aprendizaje ante futuras crisis. 

VF. ¿Se está repercutiendo en los precios del supermercado el incremento de costes provocado por la actual coyuntura internacional?

FM. Las empresas de distribución alimentaria llevan haciendo un ejercicio de contención de márgenes desde que el pasado mes de septiembre comenzó a notarse la escalada del coste de la energía. Esto es así por la fuerte competencia que existe en el sector en España, que hace que los precios suban lo menos posible y lo más tarde posible. De hecho, el IPC de la alimentación ha tardado mucho más en subir que el de los carburantes, la energía y las materias primas. Los datos comparados de los precios percibidos por el sector productor (24,3% en abril), por la industria alimentaria —IPRI (índice de Precios Industriales)— (13,7% en marzo) y el IPC de alimentación (10,1% en abril) muestran que la lucha por ser más eficientes aumenta a medida que se acerca cada eslabón al consumidor final. En todo caso, la preocupación es máxima por el efecto que esa crisis pueda tener en el consumidor y en las cuentas de resultados de las empresas, de ahí las medidas que hemos propuesto.

VF. El papel de los supermercados en la formación de precios de frutas y hortalizas es fundamental, ¿cómo se puede actuar para que no se tensionen a la baja los precios? ¿Es la ley de la Cadena Alimentaria el marco necesario para que todos los eslabones ganen?

FM. No existen soluciones únicas ni recetas milagro para la sostenibilidad económica de los operadores del sector agroalimentario. Los precios en origen dependen de numerosas variables, la mayoría de las cuales no están en nuestras manos como, por ejemplo, la climatología, los efectos de la geopolítica, la organización de la producción, el comportamiento de los países competidores en materia de exportación (en la que se destina el 80% de nuestra producción), entre otras. Urgen verdaderas medidas para la mejora de las estructuras de producción y comercialización en origen, que es donde —en algunas producciones— está el verdadero cuello de botella. Dada la volatilidad de precios en origen debido a los factores mencionados anteriormente, la tensión en la cadena es inevitable. Para su estudio y valoración existe la economía agroalimentaria y, en concreto, los estudios que promueve el propio MAPA.

VF. ¿Están cambiando las pautas de consumo como consecuencia de la subida de precios? ¿Cómo está afectando, en concreto, a frutas y verduras?

FM. Estamos observando ciertos cambios en los hábitos de consumo —compartidos por todas las gamas de producto—que se asemejan a los que ya vivimos durante la crisis económica de 2008. Básicamente se traduce en una cesta de la compra más enfocada hacia productos básicos. No podemos hablar de una tendencia generalizada en este sentido, pero sí de algunas señales que nos hacen estar alerta e insistir en la necesidad de toma de medidas, como la rebaja del IVA en alimentación y la eliminación temporal de nuevos costes en la cadena alimentaria, difícilmente asumibles hoy por el consumidor. 

VF. ¿El futuro de la distribución, en un mundo global, pasa por la proximidad?

FM. Aunque la proximidad era ya un valor en alza, la pandemia nos ha enseñado las grandes ventajas de contar con establecimientos donde hacer una compra completa, segura, variada, de calidad y a precios competitivos muy cerca de las casas de los consumidores. La proximidad tiene un gran valor social que, por ejemplo, hace que en España no existan desiertos alimentarios; económico, porque es fuente de riqueza y empleo allí donde opera este formato; y medioambiental porque, entre otras cosas, el 90% de los clientes de los supermercados acude a la tienda a hacer su compra a pie. Este concepto de comercio de proximidad que representan las empresas de ASEDAS es compatible con un contexto de economía global donde la omnicanalidad se presenta también como una gran tendencia de futuro. La condición para hacer compatibles ambos mundos está en que, como ha señalado recientemente el Comité Económico y Social Europeo en un dictamen sobre digitalización, todos los operadores tengan un marco común donde desarrollar su actividad en condiciones de igualdad.