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La recuperación de residuos como base para la economía circular

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La economía circular está en marcha y el compromiso de las empresas de supermercados con los objetivos medioambientales recogidos en la legislación europea –Directiva 2019/904 relativa a la reducción del impacto medio ambiental de determinados productos de plástico– y nacional –anteproyecto de Ley de Residuos y la Estrategia Española de Economía Circular– es firme. Y lo están demostrando con hechos de la década de 1990: cobro de bolsas de plástico de un solo uso, logística inversa, pool de frutas y verduras, modelos de tiendas eco-sostenibles, flotas que usan energías renovables…

Ahora, ha llegado el momento de profundizar y de sumergirse de lleno en la economía circular con pasos adelante destinados a seguir reduciendo el uso de plástico y otros materiales, poner en el mercado envases reciclables y/o reutilizables y separar para reciclar el 100% de los residuos. Este último paso es muy importante para hacer realidad la economía circular que consiste, simplemente, en intentar que todas las materias primas que se utilizan en el sistema productivo vuelvan al mismo, que el residuo inevitable sea el mínimo y que este mínimo sea tratado adecuadamente para que no termine en el medio ambiente.

Para ello, deben darse todas las circunstancias para que el envase acabe siendo reciclado: infraestructuras, tecnología, formación, concienciación… En este desafío, todas las partes son importantes: las Administraciones con la provisión de infraestructuras suficientes, las empresas poniendo los medios necesarios para mejorar sus sistemas de producción y los consumidores. Estos últimos tienen la misma importancia que el resto y necesitan una información clara y veraz para no confundir conceptos como biodegradable, compostable, reciclable o reutilizable. La no comprensión de estos términos puede, a la larga, terminar siendo muy perjudicial para el medioambiente –por ejemplo, es necesario saber que una bolsa compostable debe ir al contenedor orgánico, lo contrario puede significar que termine en el medioambiente durante años-.

El consumidor también debe ser consciente de la función del envase en relación con la garantía de seguridad alimentaria y con la conservación de los alimentos, lo que significa un menor impacto ambiental derivado de la reducción del desperdicio alimentario. En definitiva, es necesario explicar que no hay materiales buenos ni malos, todos ellos son fantásticas soluciones que nos aportan seguridad y confort, pero hay que diseñar los envases intentando usar el mejor material posible y, sobre todo, hay que poner los medios para que ese material sea recuperado y reintroducido en el circuito de la economía.