
Las claves de la lucha contra el desperdicio alimentario llegan al Senado
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El director general de ASEDAS afirma en la Cámara Alta que las acciones contra el desperdicio alimentario deben ser transversales y estar basadas en el incentivo y el estímulo, no en medidas impositivas.
La lucha contra el desperdicio alimentario es un problema complejo que tiene múltiples facetas e implica a la sociedad en su conjunto. Por lo tanto, las acciones deben ser transversales y estar basadas en el incentivo, el estímulo y la concienciación, nunca en medidas impositivas. Ésta es una de las principales conclusiones de la intervención del director general de ASEDAS, Ignacio García Magarzo, en la Ponencia de Estudio sobre Desperdicio Alimentario en el Estado Español que ha tenido lugar en el Senado.
En su cuarta comparecencia en la Cámara Alta, el director general de ASEDAS ha recordado que el desperdicio alimentario en los supermercados de ASEDAS es inferior al 1% de los productos que pasan por sus lineales. La mayor parte del desperdicio se produce en los hogares –hasta un 42%- y, en este sentido, salvo algunas asociaciones de consumidores, se echan en falta más iniciativas de concienciación.
Desde ASEDAS se llevan a cabo acciones relacionadas con el apoyo a campañas contra el desperdicio alimentario tanto públicas como privadas, se promociona la asunción de buenas prácticas a través de grupos de trabajo interno y de la firma de acuerdos como el Código de Buenas Prácticas de Contratación Alimentaria.
Por parte de sus empresas, la práctica habitual de donaciones –más de 13.000 toneladas al año- se completa con acciones de logística como son el control y gestión de excedentes, la mejora de manipulación de alimentos en tienda, la reposición diaria de producto, la adaptación de formatos a las necesidad del cliente y la integración de los proveedores en ciclos cortos -21 horas del campo a lineal- de aprovisionamiento.
Ignacio García Magarzo ha concluido destacando la necesidad de abordar las cuatro facetas del problema: social y ética, medioambiental, sostenibilidad de la producción –que se produzca lo que se consume- y seguridad alimentaria. Para ello es fundamental abordar el problema desde una visión compartida, combinar soluciones globales con locales en las que la formación y la información sean prioritarias y, en lo que respecta a la distribución, eliminar trabas a la logística inversa y cargas impositivas a los productos que se donan.